Día soleado

04.06.2014 22:32

Unté crema bloqueadora de rayos ultravioleta en brazos, cuello y cara. Hace quince años el sol era más considerado con nosotros, calentaba. Hoy, al exponerme a su burla, pienso en el nerviosismo que me altera ante el pescado friéndose en aceite. En la impotencia de los muertos de no salvar su pasado.

Una gorra de béisbol azul se ha convertido en una prenda de vestir, si así se le puede llamar, imprescindible para todo aquel que enfrenta esta Cómala moderna.

Caminar rápido para evadir la muerte provocadora del sol, de las miradas titubeantes de los envidiosos y mujeres maduras deseadas por todos. Caminar más rápido y ganarle a la luz, imposible. La idea, el deseo de no asarse acelera la fusión con el chapopote amansado por el hombre desde los fenicios. Llego a la pequeña sombra de ese monstruo dueño de nuestro espacio urbano, el edificio. El engaño de la perspectiva, también es un oficio del sol, de su mano, la luz.

Sofocado porque somos muchos sin rumbo, porque mi padre se llevó la brújula cuando murió. Porque no me dijo el lugar del norte. Mi abuela materna, en su lugar, de mala gana, apenas me enseñó a leer los colores, los círculos lunares. Así aprendí: los próximos días serán calurosos, fríos, las enfermedades cortarán nuestros cuerpos y darán ganancia a las farmacéuticas. Así, atino por intuición la dirección correcta.

Sofocado porque no tengo el oleaje de tus caderas sobre mis aguas, espejismos nublan mi entendimiento por no saciarme la sed con tu voz en este Bolsón de Mapimí.

Mi verticalidad mimetiza el esqueleto rígido, sólido de las nuevas torres babélicas de la modernidad. Mis uñas intentan grabar en sus paredes el recuento de los daños provocados en mi existencia, para que leas, cuando obedezca a la sabiduría de la muerte, todo lo que grabé en tu cuerpo en la hora que lo pediste y el deseo despertaba en las madrugadas y a media mañana.


Ahora, espero verte en esta masa que reclama su existencia. Brazos en alto. Busco tu voz en ese tumulto, en la cacofonía del hartazgo. Alucino tu desesperanza. El calor agobia. Dejaste el orden de la marabunta porque los hombres te hemos mentido. Pero estoy aquí, a la sombra de estos árboles de concreto para reivindicarme en tu cuerpo. No puedo más. La soledad me toma del brazo y el sol nos calcina.