En el discurso está la culpa.

24.03.2013 21:19

“La crisis del humanismo en nuestra época, tiene, sin duda, su origen en la experiencia de la ineficacia humana que acusan la abundancia de nuestros medios de actuar y la extensión de nuestras ambiciones” (Emmanuel Levinas, Humanismo del otro hombre). La ambición genera sus propios miedos. Por eso los diputados de los partidos revolucionario institucional, acción nacional, verde ecologista de México y nueva alianza (disculpen las minúsculas, ante su barbarie no puedo escribirlos de otra forma), decidieron negarle el derecho de acceso a instrumentos de comunicación como la radio y la televisión a las comunidades indígenas con el pretexto de que en sus manos pueden convertirse en origen de subversión y rebeldía. Ya no justificaron que los naturales de estas tierras son ignorantes e incapaces de manipular instrumentos exclusivos de hombres civilizados e instruidos. Tampoco argumentaron que no cuentan con el dinero suficiente para acceder a estos instrumentos de comunicación. Arguyeron, no se le puede llamar de otra forma, que los pueden utilizar para rebelarse. Surge la pregunta: ¿rebelarse contra qué o quiénes? ¿Será contra los grupos de poder económico y político que dominan los gobiernos de los Estados? Por ejemplo, en el problema de la soya transgénica en Yucatán, los actores tienen nombre y apellido. Si las comunidades agrícolas de la zona hacen pública, a través de la radio y la televisión, la problemática, diversos sectores de la sociedad mexicana presionarían a la empresa Monsanto y compinches políticos del Estado y del gobierno federal, para que se evitara la siembre de estos productos modificados genéticamente, que afectan a la salud y la producción de miel orgánica.

            Podrían denunciar el despojo sistemático de su cultura, de su tierra, de la violación de sus derechos humanos más fundamentales. Es decir, señalarían a los culpables que aprueban y violentan leyes contra su dignidad humana. Los diputados, saben que han sido culpables de la situación denigrante en que están sumidas las comunidades indígenas. Por eso, las quieren mudas, los quieren desaparecer. Los diputados tienen miedo porque las comunidades indígenas existen y han aprendido de forma dolorosa, pero han aprendido. De tarea.